Los reyes aragoneses de los siglos XIII y XIV fueron muy
devotos de este santo épico, real o imaginario, declarado patrono de los
guerreros y caballeros cristianos. La figura épica del santo se relacionó con
la batalla de Alcoraz (Huesca) de 1096, en el curso de la cual, montado a
caballo, habría ayudado al ejército del rey Pedro I frente a las tropas del
Islam del reino de Zaragoza, que ocupaban la ciudad desde el inicio de la
dominación musulmana.
A partir de ahí San Jorge adquiere un gran valor simbólico:
el poderoso jinete armado era un ser celestial que apoyaba la causa aragonesa y
daba sentido trascendente a la lucha armada, incardinándose persistente mente en
las creencias y devociones de aquellas gentes, formando parte de su incipiente
identidad cultural.
En 1201 Pedro II fundó la Orden militar de San Jorge de
Alfama en un castillo cercano a Tortosa. Jaime I apoyó la fundación de
cofradías bajo la advocación del santo, como las erigidas en Huesca y Teruel en
la primera mitad del siglo XIII. El mismo rey conquistador, en su Crónica,
asegura que San Jorge, «caballero blanco con armas blancas», ayudando a los
ejércitos aragoneses, había sido visto por cristianos y moros en varias
batallas. La crónica de Pedro IV el Ceremonioso cita que san Jorge «fue siempre
y es abogado de las batallas de la casa de Aragón».
Aunque no se dio una disposición canónica al respecto puede
afirmarse que san Jorge ha sido formalmente patrono de Aragón desde la Edad
Media.
Desde principios del siglo XV, al menos, la catedral y el
Concejo de Huesca vienen celebrando su fiesta con solemnidad litúrgica y
procesión a la ermita del santo, sita en El Pueyo de Sancho.
Su fiesta litúrgica se celebra el 23 de abril, tanto en los
calendarios orientales como en el romano y en el hispano-mozárabe. La fecha
conmemora la del martirio del santo, el octavo día antes de las calendas de
mayo.
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